… que venías a pasar el rato. Yo era una
cueva: frío, rígido, oscuro y protector. Entrabas en mí, llorabas primero, te
rearmabas después hasta que salías esperanzada de jugar al aire libre
frotándote en el césped y no volver a encandilarte con el sol. Nunca te
despediste. Te usaban y vos consentías, te decían la verdad y deprimías. Lo que
te sucedía no era nuevo, recuerdo muy pocas cosas nuevas, el resto fueron copias involuntarias o voluntarias, nunca
lo sabré. Como no te agradaba entregarte a los placeres mundanos porque sí,
pero bien los ostentabas, por vergüenza o inseguridad terminaban al menos
postergados.
No viene al caso cuan sensible eras, cuan sencilla con alcohol-por no decir fácil-, pero
la ilusión que te… buscabas amor, alguien ya había encontrado piel.
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