Desgano, angustia, frustración, temor, miedo al miedo, miedo al éxito,
pánico, cansancio, dolor, resiliencia, pereza, soledad. Ni todo esto acarrea el
difícil resumen para patear y seguir pateando hechos, responsabilidades y
compromisos. Postergar, no sabemos hacer otro cosa, no nos sale hacer otra
cosa. Cuesta aceptarlo pero es así.
No dejar para mañana lo que se pueda hacer pasado mañana. Así es como
empieza a crecer la madeja. Un acto fallido del azar o simplemente un acto
fallido desnuda a la voluntad y la
arrastra entre los más confusos vientos, un ruido que va en crescendo hasta
desbordar al silencio entero.
“nunca” “basta” “pausa” “cambio”
“ya” “ahora” “momento” son palabras tan meditadas y tan mal usadas que, entre
los peores casos de ostracismo destacan el de cada persona, pues el ego obeso
no hace más que saturar al pensamiento. Tanto peor sea tomar consciencia.
Casos con vicios, casos con
familiares consentidos, casos con cosas sin quienes. Postrados de la tecnología
en tiempo real como única sociabilización posible, virtual.
Todo en común y ninguna ayuda,
mayoría remanente de un ejército (de bobos) deficientes. Ya no hay ideología, y
como no la hay tampoco la hubo. En un principio era el comercio, luego la
industria y la toma de conciencia, hoy: perecer en el signo, en la ilusión, en
el complejo de Peter Pan que estimula a gusto y capricho la materialización de
un sueño que no alcanza la vigilia. Individuos iguales y únicos, alienados y
eremitas. Mentalmente enghettados y materialmente subordinados, no por
instituciones, porque una subordinación de ese tipo al menos podría crear
maldad, y de ella surgiría la perversión, de ésta el fracaso y por último la
diferenciación, lo distinto, y así dialécticamente. Entonces, mentalmente
enghettados y mentalmente subordinados por la flexibilidad originada en la
renuncia y rotura del vínculo.
¿Por qué nos han diagnosticado procrastinación sin siquiera conocernos?
¿Qué nos han hecho?