Madrugar con la noticia que es tu último día, que por más que corras, el cuento no tiene un final feliz, que necesitar de otro siempre va a ser una carencia, que no existe lo que se anhela, que no se anhela sin antes imaginarlo, que imaginarlo es escapar, que escapar es afirmar que no sos feliz.Y cómo quiere uno ser feliz, si madruga con una mala noticia.

jueves, 8 de marzo de 2012

Primer (des)amor


Un día llegué al jardín, colgué la bolsa en el perchero de la H de Helicóptero y me fui a sentar a otra mesa, solo. Sopé la Ópera en el té hasta ahogarla, me hallé inapetente. Cuando se acercaba preguntándome qué me pasaba, yo le mentía. Le quería decir algo que de algún modo, imaginaba, iba a herirla. Dije lo que me salió y se echó a llorar en el piso, vino la maestra. Fue todo un desastre.
 Con apenas cuatro años y viendo al mundo desde noventa centímetros de altura comenzaba a incurrir en el amor. Claro está que era un amor desentendido de besos, discusiones o sexo; era un amor prescindiendo de sus síntomas aunque verdadero y resguardado en un pintorcito color celeste. Fuimos novios unos cuantos meses a pesar de las quejas que imponía una compañera:- Ustedes son muy chicos para ser novios.- Nunca hicimos caso, es más, no teníamos pensado invitarla a nuestra boda (en caso de tal ágape). Contábamos con la presencia mutua a la hora de la merienda y eso trascendía cualquier instrucción.
 Qué es lo que hizo posible la unión, sin experiencias previas, entre dos criaturas ingenuas. Por qué seremos tan torpes de caer en la trampa que nos acapara el corazón hasta extasiarlo  sin ser conscientes de la pureza de los sentimientos. Quizás el primer amor es también el primer des-amor. Es el accidente inevitable del cual uno se salva justamente por no tener un seguro.
 El primer amor es como un estornudo con los ojos abiertos: increíble, fugaz, no perecedero en la memoria  de quien lo padece.