Resulta que uno tiene la maña de tomarle cierto cariño a las
cosas y no estoy hablando de ese cariño que alguna vez explicó la maestra de
quinto grado, me refiero a sentirse como la mierda cuando se entra a ese lugar
y le han ocupado el asiento y el asiento donde uno va cuando el primer asiento
está ocupado. En síntesis, el ambiente está lleno y uno no puede sentarse a
gusto. Lo que se cataloga como "un bajón". Hasta que se desocupa el
asiento y la silla parece llamarnos, gritar nuestro nombre y llega gente
sentándose en otros lugares invitándonos indirectamente a apoyar la nalgas
donde siempre, pero ya es tarde, porque hemos intimado, nos gusta como el sol
pasa por esa ventana, nos entretiene ver las mismas cosas desde otro ángulo y
ya no queremos ir a sentarnos en aquella silla que está sola y vacía
esperándonos.